
Cuando todos nos demos cuenta de la finalidad del amor entenderemos la realidad de la vida y su complejidad. El amor lo es todo forma parte de todo y lo conforma todo, todo está conectado.
La realidad en todas sus manifestaciones es subjetiva al mismo tiempo que es objetiva. A nuestro alrededor todas las cosas están vivas, todos conformamos un solo ser más enorme de lo que imaginamos.
Cada ser ha crecido del mismo polvo, todos somos inseparables. Las relaciones que compartimos conforman la vida, moldean las condiciones de la Tierra perfeccionándolas al máximo.
Como las palabras de Goethe: “El alma del hombre es como el agua. Viene del cielo, se eleva hacia el cielo y vuelve después a la tierra, en un eterno ciclo”. Así el alma es una energía que proviene de una fuerza única el Ser Supremo que es el amor. El amor rompe barreras y crea esa unidad infinita.
Todos somos seres de luz, de sabiduría y de amor. No somos cuerpo, ni cerebro, ni mente, sólo somos espíritu. El espíritu no tiene límites.
A pesar de todo, a pesar de la muerte siempre seguiremos viviendo, siendo parte de todo; el alma es inmortal e indestructible y siempre encontrará un camino de regreso si así está dispuesto.
El amor es la fuerza más poderosa del mundo, existe siempre y en todas partes, porque “el secreto del mundo es que todas las cosas subsisten y no mueren; tan sólo se retiran y desaparecen de nuestra vista para regresar más tarde” Ralph Waldo Emerson.
La realidad entonces se convierte en el reconocimiento de nuestra inmortalidad, divinidad y eternidad. Este mundo es ilusorio y transitorio, así como la ilusión del tiempo.
Siempre existiremos y siempre volveremos a estar formando parte de todo aunque en otras formas físicas o espirituales siempre hemos sido, somos y seremos seres de luz, seres de amor.
∆ : Mónica